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Después de más de 60 años fabricando autos de carrera, la famosa
compañía británica Lola quebró, dejando una deuda impaga de más de 30
millones de dólares y una veintena de trabajadores en la calle.
Creada en 1958 por Eric Broadley, Lola construyó automóviles para todas
las categorías, desde la Fórmula 1 a IndyCar, aunque su fuerte siempre
fueron los autos sport. Dos Lola resultaron los autos nafteros mejor
clasificados en las últimas 24 Horas de Le Mans; cinco veces ganaron la
clase LMP2 de las 24 Horas entre 2000 y 2012.
Semillero de grandes ingenieros de la Fórmula 1, como Ross Brawn o
Patrick Head, Lola cambió de manos en 1997 luego del fracaso del
proyecto F-1, cuando el auto diseñado por Broadley terminó a once
segundos de la pole en la única carrera en la que participó, el GP de
Australia. El empresario irlandés Martin Birrane se hizo cargo pero la
tendencia mundial a tornar monomarca la mayoría de las categorías
terminó agotando las posibilidades de generar negocios para mantener a
la marca a flote en los últimos años.