Han pasado 21 años de aquel duro 22 de noviembre en
Lobos cuando la carrera estaba llegando a su final. Aquel medio día
parecía que la fiesta se desataba para Chevrolet con uno de sus máximos
ídolos ganando una competencia de TC.
El sol pegaba de lleno en la ruta y
el motor de Roberto Mouras volvió a acelerar a fondo , como era su
costumbre, pero el destino decidió torcer la historia. Casi como una
crueldad de esas que nunca entenderemos la vida dejaba de ser tal y el
hombre pasaba a ser una leyenda eterna. La desaceleración, un neumático
roto, el auto alocado en su carrera desbocada y el golpe que sello los
corazones de todos los que amamos el TC y el automovilismo en su
totalidad.
El silencio inmediatamente encerró
la pasión y de a poco lo que nadie quería saber se fue esparciendo por
toda la Vuelta de Lobo. Allí "El Toro" se nos fue, nunca lo
entenderemos, nunca lo aceptaremos porque sabemos que EL está siempre en
una largada, en una aceleración o estirando un frenaje. "El Toro"
vuelve en cada chicana que transita un TC, esas chicanas que le dieron
el título de Maestro, Ídolo, Genio, y tantos otros adjetivos que los
hinchas de todas las marcas decidieron adoptar para un gran piloto del
automovilismo.
Quienes lo conocieron cuentan de un hombre
recto, muy para dentro de él, tímido y gran persona, que nunca tuvo doble
discurso, siempre fue frontal y directo como un buen amigo. Estuvo dispuesto a dar una mano dentro y fuera de la pista.
A
su lado, aquel 22 de noviembre viajaba Amadeo González quién unos días
más tarde también acompañaría a Mouras en la eternidad. Su acompañante
en la carrera disfruto a su lado la pasión y la adrenalina que se
desprende del motor de un TC, él, "Huevo" como lo conocían los amigos se
nos fue y con el también se nos fue la alegría de ser acompañantes
todos del maestro.